Andaba el tío Cipriano
melindroso y renqueante,
él decía: no estoy sano,
no me encuentro como antes.
Mi pulso anda temblón,
he perdido hasta dioptrías,
y pregunto: ¿qué decías?
en cualquier conversación.
Me canso si ando el camino,
no duermo como dormía,
ni como… como comía
y “abajo” no siento trino.
Pongo disculpas constantes
si me hablan de ir de fiesta,
y hasta pensar ya me cuesta…
yo ya no salgo adelante.
Aunque sea poco el frío
o aumente un poco el calor,
ya estoy diciendo: ¡¡Dios mío!!
¡¡esto va de mal a peor!!.
Tanto lloro y lamento
no hay quien lo aguante seguido,
y acabas siendo aburrido
para todos, con tal cuento.
Y Cipriano que no es lerdo,
decide… ¡que se acabó!
y él mismo llega a un acuerdo…
y, del suelo se levantó.
Con “aire”, pero sin prisas,
con el ánimo resuelto,
pues a este Mundo ha vuelto,
dispuesto a enseñar sonrisas.
De los achaques se olvida,
pamplinas y “ñoñerías”,
se mete en toda partida
cantando por bulerías.
Ahora de la jarra bebe,
de la que la vida ofrece,
y cada instante se crece…
porque con todo se atreve.
Es que si en casa te quedas
desgranando desvaríos,
salir no sales del lío
y con las penas te enredas.
Tinuco